viernes, 4 de julio de 2008

Los libros, ¿monumentos intocables?

Decía Múñoz Molina en La disciplina de la imaginación, "Desde mi punto de vista, la tarea del que se dedica a introducir a los adolescentes en el reino de los libros es la de enseñarles que éstos no son monumentos intocables o residuos sagrados, sino testimonios cálidos de la vida de los hombres, palabras que nos hablan con nuestra propia voz y que pueden darnos aliento en la diversidad y entusiasmo en la desgracia".

Como Múñoz Molina, pienso que LOS LIBROS NO SON MONUMENTOS INTOCABLES. Muchas veces los profes oímos decir a los alumnos con voz de alarma:
- ¿Subrayar? ¿¿Escribir en el libro??
Les parece raro, sobre todo si es un libro de lectura. Pero resulta que ésta es la única manera de que los textos cobren vida.

Po ejemplo, el otro día leía un cuento del escritor uruguayo Mario Benedetti titulado Los Pocillos, y subraye con mi rotulador verde fosforito esta frase que me gustó:

"Querer había sido siempre un poco agradecer y otro poco provocar la gratitud".

Este sencillo ejercicio nos permite por un lado guardar en la memoria aquellas frases que nos llaman la atención, y por otro, releer (bonita palabra) estos fragmentos. Quizá al volver a leerlos un tiempo después, cobren un sentido especial para nosotros. En esto reside la magia de la literatura.

Decía Ortega y Gasset que los grandes escritores nos plagian, porque al leerlos descubrimos que están contándonos nuestros propios sentimientos.

Así que cojan papel y lápiz y ... ¡a leer!.

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